Voy a presentarme ante Dios con las manos vacías
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Una joven de veinte años se está muriendo después de una vida azarosa, inútil y estéril. En un momento alarga sus manos abiertas hacia el sacerdote que la atiende, diciendo con tristeza:
«Voy a presentarme ante Dios con las manos vacías».
El sacerdote saca un crucifijo del bolsillo, se lo pone entre sus manos tendidas y le dice:
Mira. Ahora ya las tienes llenas