Una picadura de escorpina
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«La playa de Miño, en la provincia de A Coruña, es un precioso arenal de más de dos kilómetros de largo. A él afluyen multitudes de gente en el periodo veraniego.
En el verano de 1991, a una señora que se bañaba en esa playa, le picó en un pié una escorpina (faneca inglesa, le llaman los marineros). Salió del agua dando saltos. Su marido se fue presuroso a una farmacia a buscar amoníaco.
Ella pensó en rezar la oración para la devoción privada a Mons. Escrivá, entonces aún no beatificado, pidiéndole que le pasase el dolor. Pero, al momento, decidió que, aunque el dolor era fuerte, no había ningún peligro y era preferible ofrecérselo a Dios.
Mientras esas ideas cruzaban por su cabeza, seguía dando saltos en la playa. Después de un rato se sentó. Noto algo debajo del pié dolorido. Miró y vio asomar la esquina de una cartulina. Tiró de ella y resultó ser una estampa de Mons. Escrivá enterrada en la arena. “Esto está demasiado claro”, pensó. Rezó la oración. Cuando su marido llegó con el amoníaco ya había desaparecido el dolor».