Una mirada al crucifijo
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En el lugar de trabajo una mujer acude al despacho de su jefe para contarle una serie de problemas personales. No pretende buscar una solución sino alguien que le escuche y le puede dar un buen consejo. Su jefe -supernumerario- la escucha atentamente y de vez en cuando echa una mirada al crucifijo que tiene en su mesa. Su respuesta es: te encomendaré.
Dos días después ella va a darle las gracias y le cuenta lo que le ha ocurrido. Le llamó mucho la atención cómo él miraba al crucifijo. Así que cuando salió del trabajo pasó delante de una iglesia. Se decidió a entrar. Hacía mucho que no rezaba. Rezó delante de la cruz. Se fijó que había un sacerdote confesando. Algo por dentro la impulsó a confesarse. Ahora, le contaba a su jefe, he encontrado de nuevo la paz. Y todo gracias por las miradas de su jefe a un crucifijo.