Las piedras grandes de nuestra vida
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Se cuenta que, en cierta ocasión, 15 directivos de empresa invitaron a un viejo profesor de una Escuela de Negocios a darles una clase sobre planificación del tiempo. Disponía de una hora.
El profesor entró en el aula con calma, los miró y dijo: «vamos a hacer un experimento». De debajo de la mesa sacó un frasco enorme de cristal, que ya tenía preparado. Luego, una caja con una docena de piedras del tamaño de pelotas de tenis. Las introdujo una a una en el frasco de cristal, hasta que ya no cabía ninguna más. Preguntó: «¿está lleno el frasco?».
La respuesta del desconcertado público fue: «Sí».
«¿Seguro?», preguntó mientras se agachaba y sacaba un recipiente con grava que vertió poco a poco en el frasco. La grava ocupó los huecos que las piedras dejaban, hasta llegar al borde. Entonces volvió a preguntar: «¿Está lleno el frasco?».
En esta ocasión la respuesta fue: «Lo más probable es que no».
«Muy bien», dijo el profesor. Se agachó y sacó una bolsa con arena, que vertió de nuevo en el frasco, agitándolo suavemente para que la arena se filtrara entre la grava. Al terminar con la arena, preguntó de nuevo: «¿Está lleno el frasco?».
Sin dudar respondieron: «No». Y, efectivamente, cogió la jarra de agua que le habían puesto en la mesa y la vertió dentro del frasco que la absorbió sin problemas.
«¿Qué gran verdad nos demuestra este experimento?», preguntó entonces el profesor.
Uno de los alumnos, pensando en el tema de la clase, contestó: «Demuestra que, aunque creamos que nuestra agenda está llena, aún caben muchas más cosas».
Pero el viejo profesor respondió: «No. No es eso. Demuestra que, si no metemos primero las piedras grandes en el frasco, luego no podrán caber todas. Las piedras grandes son todo aquello necesario para ser felices: Dios, la familia, los sueños, los amigos, la salud, la carrera profesional. Si no las metemos primero, corremos el riesgo de llenar nuestra vida con futilidades, de dar prioridad a la pacotilla, la grava, la arena, y acabar siendo infelices». Después les miró y lanzó esta pregunta: «¿Cuáles son las piedras grandes de mi vida?». Saludó y se fue.