Todo gira en torno al amor, no en torno a la supresión de la sexualidad. Se trata de ordenar la sexualidad hacia el bien del otro; es habitual sentimentalizar este asunto, pero yo prefiero una definición más vigorosa. El amor no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad: desear el bien del otro y de uno mismo. La vida sexual, como todo lo demás, debe dirigirse a eso, y así lo trata de explicar la Iglesia, continua y coherentemente, intentando que caminemos hacia esa voluntad de desear el bien del otro. El amor es la única virtud para la que no existe límite. No es posible amar demasiado. Se puede tener demasiada fe, y entonces aparece la credulidad. Se puede tener demasiada esperanza, y eso es la osadía. Pero no se puede tener demasiado amor