Yo al diablo no lo puedo querer, pero a todos los que no son el diablo los quiero; a todos los hombres sin excepción. No me siento enemigo de nadie, y soy contrario sólo a las ideas que van contra la fe y la moral de Jesucristo.Pero se ha de comprender a las personas que tienen esas ideas y hemos de rezar por ellas. No pienso que sea malo ningún hombre: lo que pasa es que, por soberbia, por respeto humano, si se les habla delante de otra gente, reaccionan mal. Pero si se les toca el corazón, si se les trata con cariño y comprensión, a solas, pueden cambiar.