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El manto de María

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Buscamos refugio. Nuestros Padres en la fe enseñaron que en los momentos turbulentos es necesario ponerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios. En el pasado, los perseguidos y los necesitados buscaban refugio en las mujeres de la nobleza: cuando su manto, que se consideraba inviolable, se extendía como signo de acogida, la protección era concedida. Del mismo modo nos sucede a nosotros en relación a la Virgen, la mujer de mayor rango del género humano. Su manto está siempre abierto para acogernos y congregarnos. Nos lo recuerda bien el Oriente cristiano, donde muchos festejan la Protección de la Madre de Dios, que está representada en un precioso icono en el que, con su manto, protege a los hijos y cubre el mundo entero. También los monjes antiguos aconsejaban refugiarse en las pruebas bajo el manto de la Santa Madre de Dios: invocarla —«Santa Madre de Dios»— era ya garantía de protección y ayuda, y esta oración repetida: «Santa Madre de Dios», «Santa Madre de Dios»… Y sólo así