Comprensión en el diálogo
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Es posible que hayas tenido la experiencia de alguien que se negó a escucharte. O dio la impresión de escuchar, aunque impacientemente, mientras que en realidad estaba ansioso de que dejaras de hablar, preparándose como un león a punto de atacar para destrozar cada uno de tus puntos, uno por uno. Tal vez notaste que tus instintos entraron en juego, se aceleraron tus latidos y te aumentó la tensión en el pecho. Sentiste la urgencia de gritar y defender tu posición. Quizás tu interlocutor fue realmente agresivo o hizo del asunto algo personal. Probablemente lo último que te apetecía hacer era ser comprensivo. Pero la caridad requiere comprensión en todas las circunstancias, una comprensión que comunica el amor de Dios. Si sientes que esto está más allá de ti, tienes razón. “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo” (Lc 6, 32-33). Dialogar con aquellos que piensan como uno mismo, escuchar a aquellos que nos escuchan, es natural. Pero a veces ser comprensivo es realmente sobrenatural, un testimonio de Dios actuando en nosotros como sus instrumentos, trayendo su ternura y afecto, “porque Él mismo es bondadoso con los malvados y desagradecidos” (Lc 6, 35). Es tratando a los demás según su dignidad como hijos de Dios que nosotros mismos seremos “hijos del Altísimo” (Lc 6, 35).
Fuente: opusdei.org